2018
La casa no solo se observa, es un volumen que se habita, se vive dentro de sus proporciones. Se hace propia. Constantemente la casa ha estado presente en mi trabajo, ya sea por lo frágil o estable, lo vacía o lo llena, o por ser un elemento que expresa las relaciones entre lo público y lo privado.
El hogar es el primer universo del individuo y tiene la facultad de guardar recuerdos, siendo el lugar donde recaen los pensamientos y se forman las primeras imágenes. He encontrado en la casa una sensación de aprisionamiento, un refugio lleno de protección. Su propia fisionomía entre lo abierto y lo cerrado, lo oscuro y lo luminoso, lo callado y lo evidenciado la hacen un espacio íntimo, lleno de contradicciones y ambivalencias.
Dulce Hogar propone construir una casa con ladrillos de panela. Con esta construcción busco traspasar los elementos simbólicos de su arquitectura y encontrar en su material, el paralelismo entre lo dulce y lo amargo, lo justo y lo injusto, lo eterno y lo efímero.
A medida que va pasando el tiempo esta casa empezará a derretirse, a gotear, a fermentarse, incluso podrá ser devorada por invasiones de insectos y animales. Lo que pretendió ser un hogar se inundará de abandono y su olor agridulce será omnipotente. El arte resiste ante cualquier gobierno, la casa no lo hace, esta se desvanece, perdiéndola para siempre.