2018
Narración que acompaña la obra.
Un jalón de pelo marcó el inicio del asalto que vivió una mujer dentro de su propia vivienda, ubicada en un área residencial rodeada de verdes y altos complejos habitacionales en construcción.
Cinco sujetos, vestidos con traje formal, corbata y mocasines de cuero irrumpieron con lujo de violencia en la casa antes de su llegada, y esperaron agazapados en el garaje. Los asaltantes estaban fuertemente armados.
“Fue un día martes, pasado el medio día”, recordó la mujer. Ella explicó que llegando a su casa, observó que una camioneta Mazda color negro se encontraba estacionada frente a la puerta de su residencia. Sin sospechar lo que se le venía encima, presionó el botón del control remoto y el portón eléctrico se abrió lentamente. Los intrusos la estaban esperando.
Ya en el interior, un tipo la bajó del auto a jalones de pelo, le apuntó la cabeza con su arma y le gritó con fuerza: “Pórtate bien perra”, mientras la golpeaban con la cacha del arma.
Tras agredirla, los hombres trajeados con saco y corbata, entraron y amenazaron a otras dos personas que estaban dentro del inmueble. Luego, ataron a la víctima de manos y pies, colocándole un trapo en la boca, tirándola al suelo. Los cinco sujetos, de contextura fornida y no muy altos, actuaron con mucha agresividad.
Los asaltantes exigían a gritos que se les dijera dónde podían encontrar dinero y objetos de valor. La mujer en el piso, perdió las palabras. Los tipos iniciaron a registrar cada rincón de su casa.
La mujer relató que ella permaneció todo el tiempo boca abajo tirada en el piso, y que solo pudo escuchar más que observar los pasos apresurados de los mocasines negros que calzaban los tipos, mientras uno de los sujetos le apuntaba con un arma: “tenés miedo, pues morite del miedo perra, que te va a ir feo si no colaboras”.
Los asaltantes se tomaron su tiempo para vaciar su casa a plena luz del día. Se marcharon cuando se convencieron que ya no había nada más que robar. Fue aquí, cuando la mujer perdió el control.
Meses después, volví a ver a la mujer. Actuaba de una manera extraña. Me contó que a raíz del asalto, se propuso seguir todas las camionetas Mazda color negro que miraba en la calle, llevando un acucioso registro de las placas de los autos que le parecían sospechosos, además de datos puntuales como la hora del encuentro y su ubicación. Fue así cómo llegó a lugares muy lejanos.
Pero esto no fue el final de la historia, ya que la mujer reveló un detalle que nunca había mencionado: “El día del asalto en mi casa llevaba una falda morada, y sabe usted qué le pasa a una mujer cuando usa falda, que ésta puede levantarse muy fácilmente.”
El día del asalto fue la última ocasión que la mujer usó falda. Luego, cosió todas las que tenía para proteger su vulnerabilidad.